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¿Qué vas a leer en este post?
Analicemos Glovo, la marca delivery. Me doy cuenta de cómo esta marca española logró consolidarse como una referencia global en el reparto a domicilio, apoyándose en un servicio de entrega que prioriza la rapidez y la conveniencia y en una constante expansión internacional bien orientada.
Desde su nombre, que se te queda grabado, hasta su identidad visual y cultural tan particular, Glovo delivery se muestra de una forma muy coherente en cada aspecto.
Mi investigación me ha revelado cómo esta marca combina rapidez, comodidad y esa satisfacción instantánea que tanto buscamos, adaptándose además a diferentes culturas y mejorando sin parar la experiencia del cliente, siempre respaldada por iniciativas de marketing digital que refuerzan su propuesta.
Su objetivo principal es claro: hacer la vida en la ciudad mucho más accesible al instante, con una fidelización de clientes basada en la utilidad y la recurrencia.
Identidad verbal

Si hablamos de la identidad verbal de Glovo, lo primero que me viene a la cabeza es, sin duda, su nombre. «Glovo» es un término corto, fácil de recordar y muy pegadizo. Esto, para mí, ha sido clave para su expansión internacional, ya que se pronuncia sin problemas en muchísimos idiomas, un punto fundamental si quieres conquistar el mundo. Suena a «globo», lo que me evoca ligereza y rapidez, como si me dijera: «Aquí está, vuela directo hacia ti».
El tono de voz de Glovo es algo que me gusta mucho: es claro y directo. Lo percibo ágil, lleno de una energía juvenil y muy cercano a mí como usuario. No se andan con rodeos; sus mensajes son prácticos y van directos al grano. Las llamadas a la acción, por ejemplo, son breves y pensadas para la inmediatez: «Pide ahora», «Recíbelo en minutos». Estos mensajes no solo son efectivos, sino que refuerzan la promesa central de Glovo: esa satisfacción y comodidad que obtengo en cuestión de minutos, conectando con una experiencia del cliente simple y memorable.
Los eslóganes de Glovo siempre destacan su propuesta de valor, siendo «Pide lo que quieras, recíbelo donde quieras» uno de los más representativos para mí. Sin embargo, no les da miedo cambiar y adaptar sus palabras para seguir siendo relevantes, siempre manteniendo el foco en la diversidad y la comodidad de sus servicios. Aquí se percibe la coherencia con su marketing digital, que traduce la promesa en mensajes accionables.
Además, algo que me parece muy inteligente es cómo Glovo ha creado un sentido de comunidad con su equipo de repartidores. Lejos de llamarlos simplemente empleados, los denominan «Glovers», y eso genera un sentimiento de pertenencia y ayuda a construir una identidad común. Tanto en su comunicación interna como externa, encuentro referencias constantes a la rapidez, la eficiencia y la capacidad de satisfacer cualquier necesidad al instante. En definitiva, la identidad verbal de Glovo no solo me transmite rapidez y comodidad, sino que está cargada de optimismo y cercanía, invitándome a disfrutar de las pequeñas maravillas urbanas con solo unos clics, lo que a la larga impulsa la fidelización de clientes.
Identidad visual

Cuando pienso en Glovo delivery, mi mente inmediatamente se proyecta hacia esa imagen tan vibrante y reconocible de su logotipo. Para mí, la identidad visual de Glovo es uno de sus mayores activos y un elemento distintivo. De un vistazo, el amarillo brillante me salta a la vista, transmitiéndome una energía inconfundible y, sobre todo, esa sensación de optimismo y frescura que tanto buscan. Este color, además, asegura su visibilidad en el ajetreado entorno urbano y es lo que, muchas veces, asocio rápidamente con la marca.
El globo de diálogo o burbuja de cómic que funciona como logo no es una elección al azar, lo tengo claro. Me parece similar a un casco de repartidor, pero también me sugiere ideas de comunicación, entrega y ubicación; es como si al mirar el logotipo, ya pudiera imaginar el servicio en movimiento. Este diseño se complementa con el negro, formando un binomio perfecto por el contraste, lo que le da un toque moderno. Y, por supuesto, el blanco entra en juego, garantizando que los elementos sean siempre nítidos y fácilmente legibles.
En cuanto a la tipografía, Glovo apuesta por una fuente moderna sans-serif que me parece tan limpia como práctica. Cuando me desplazo rápidamente por una aplicación móvil –como hacemos todos hoy en día– no puedo permitirme perder tiempo intentando descifrar un texto. Por eso, este enfoque asegura que yo, como usuario, pueda leer con fluidez y sin esfuerzo, cumpliendo con el principio de accesibilidad visual en mi día a día y mejorando la experiencia del cliente.
Los elementos visuales de Glovo no se quedan solo en el logotipo o la tipografía. Las fotos que eligen emplear suelen mostrar lo más atractivo: alimentos apetitosos, personas felices usando la app o los Glovers –como se conoce a los repartidores– en acción. El estilo minimalista y digital-first caracteriza cada rincón, ofreciéndome un entorno visual coherente y dinámico que realmente destaca en el ámbito digital moderno. En resumen, la identidad visual de Glovo no es solo una cuestión de estética.
Todo en su diseño está pensado para ser memorable, funcional y adecuado a su propósito: transmitirme la rapidez y conveniencia que espero de la marca. Y mientras avanza y evoluciona, han sabido mantener los elementos clave que definen su esencia, asegurando que, en cualquier lugar, Glovo sea visto como algo más que una simple empresa de reparto, algo fundamental para la fidelización de clientes.
Identidad cultural

Glovo, que nació en el vibrante centro de innovación y emprendimiento de Barcelona, no solo ha cambiado la forma en que obtengo mis cosas, sino también cómo entiendo la inmediatez en la vida urbana. Para mí, la clave de su éxito reside en cómo ha abrazado la cultura de la conveniencia, algo que se refleja tanto dentro como fuera de la empresa.
En el corazón de Glovo, percibo una cultura interna muy viva, impulsada por una agilidad proverbial y una sed insaciable de crecimiento rápido. Este espíritu de «poder hacerlo» ha sido un motor de cambio constante, donde la experimentación es algo habitual y la adaptabilidad es la norma. Dentro de este ecosistema surgieron los «Glovers», esos héroes cotidianos del reparto, que se han convertido en un símbolo visible de la cultura de Glovo mientras recorren las calles con su mochila amarilla tan característica.
Externamente, Glovo ha sido un catalizador importante en la «economía gig», transformando no solo mis formas de consumo, sino también el tejido laboral de las ciudades. Sin embargo, no ha estado exento de debates sobre la flexibilidad laboral y las condiciones de trabajo de los repartidores. Este modelo de negocio, al proyectar rapidez y acceso universal, ha cambiado mi relación con el entorno urbano, ofreciéndome una gama de productos que va desde alimentos hasta medicinas o productos de supermercado, todo a un clic de distancia. En paralelo, su servicio de entrega se adapta a particularidades locales sin perder su estándar global, una palanca clave en su expansión internacional.
Lo que me parece fascinante de Glovo es su habilidad para mantener una imagen global unificada mientras se adapta a las particularidades culturales de cada mercado local. Esto significa que, aunque vea la misma aplicación dondequiera que vaya, las ofertas estarán adaptadas a mis preferencias locales, capturando la esencia de lo global-local.
En resumen, la identidad cultural de Glovo se basa en su capacidad de ofrecerme acceso inmediato a través de una red eficiente y adaptativa, transformando la vida urbana con la promesa de hacer posible lo que parecía imposible, todo mientras mantiene una conexión local muy viva y cultiva la fidelización de clientes.
Identidad sensorial

Imagínate que estoy en la calle y veo pasar a un «Glover» con su mochilón amarillo brillante… Inmediatamente empiezo a pensar en una deliciosa pizza caliente o en esa hamburguesa que tanto me gusta. Justo ahí es donde Glovo empieza a jugar sus cartas sensoriales conmigo.
La identidad sensorial de Glovo es todo un conjunto de estímulos que se activan desde el momento en que decido usar su app. Primero, lo visual: el amarillo vibrante de Glovo es imposible de no notar. Es un color que me evoca energía, juventud y optimismo. Además, en la pantalla de mi móvil, este amarillo se mezcla con una interfaz clara y fluida que hace que navegar por la app sea un placer de otro nivel. No solo es agradable a la vista, también lo es al tacto: deslizarme por sus servicios se siente suave y receptivo.
Luego llega el turno de los sonidos. Las notificaciones de la app me crean un ambiente propio. Ese «ding-dong» que me dice que mi pedido está en camino inmediatamente despierta mi anticipación y mi hambre. Sé que lo que espero está un poco más cerca y siento esa emoción positiva que solo Glovo me genera.
Pero claro, como buen servicio de entrega de comida a domicilio, el olfato y el gusto son el clímax de la experiencia sensorial de Glovo. Desde el primer aroma de una pizza al abrir la caja o el primer bocado de unos tacos recién hechos, es esa satisfacción instantánea lo que realmente cumple la promesa de Glovo: hacer que mi vida urbana sea más accesible. Todo esto se ensambla en una experiencia del cliente que no solo es digital, sino también física. Cada interacción –desde ver a un Glover con su característica mochila en mi barrio hasta el primer bocado de una comida– forma parte de un esquema sensorial que garantiza que, a través de cada uno de mis sentidos, Glovo se imprima de manera memorable, reforzado por acciones de marketing digital muy orientadas al momento.
Identidad emocional
Glovo ha sabido jugar muy bien sus cartas en el tablero de mis emociones. Desde el principio, la marca busca ser más que un simple repartidor de cosas: pretende ser ese amigo que siempre está ahí para echarme una mano cuando más lo necesito. ¿No tengo tiempo para cocinar? Glovo me lo resuelve. ¿Un antojo repentino? Ahí está el globo amarillo para cumplir mis deseos. Ese es su truco; ofrecerme no solo comodidad, sino un verdadero alivio instantáneo para esos pequeños grandes dilemas de mi día a día.
Cuando hablamos de emociones, Glovo me conecta con algunas de las más básicas y placenteras. La satisfacción después de una larga espera por mi comida favorita o la alegría de obtener justo lo que necesito cuando lo necesito son parte del ADN emocional de la marca. Además, al brindarme la libertad de elegir sin esfuerzo y reducir el estrés de tiempos de espera inciertos, establecen una relación de confianza conmigo. Saben que cada pedido exitoso es una oportunidad para reforzar esa conexión emocional positiva y trabajar la fidelización de clientes de forma orgánica.
Pero también está ese toque de indulgencia. ¿Quién no ha sucumbido a un capricho de medianoche y ha recurrido a Glovo para solucionarlo? Ellos se presentan como el cómplice perfecto para ayudarme a disfrutar de esos momentos, sin juzgarme, y con un servicio que busca ser lo más confiable posible. En resumidas cuentas, Glovo no solo me entrega productos; me entrega buenas experiencias y emociones, haciendo que yo, como usuario, sienta que su app es un pequeño lujo a mi disposición en el mundo urbano, algo que su marketing digital sabe amplificar con aciertos creativos.
Identidad de comportamiento
La identidad de comportamiento de Glovo delivery, para mí, se centra en dos pilares esenciales: la eficiencia y la experiencia del usuario. Imagino un día en la vida de un usuario típico de Glovo; todo empieza con una aplicación que es un ejemplo de intuición y facilidad de uso. No necesito ser un experto en tecnología para navegar por ella: me invita a explorar sus opciones con una interfaz clara y directa que prioriza mi comodidad.
En el corazón de la operación de Glovo, encuentro su sistema de logística, un complejo entramado de algoritmos avanzados que funcionan como un reloj suizo. Estos algoritmos son los que permiten a la plataforma realizar una asignación y ruteo de pedidos eficiente. Básicamente, cuando ordeno una suculenta pizza o una olvidada pasta de dientes, Glovo asegura que el pedido llegue en el menor tiempo posible. Además, el seguimiento en tiempo real, más allá de ser una mera función, es casi un acto de magia moderna que reduce mi incertidumbre mientras mis antojos se acercan a la puerta.
En cuanto al servicio al cliente, Glovo se apoya principalmente en lo digital, pero no por ello carece de calidez. Si yo, como usuario, tengo alguna duda o inconveniente, la marca se esfuerza en ofrecerme respuestas rápidas y soluciones efectivas. Pero no se quedan ahí, su espíritu innovador se traduce en la constante expansión internacional y diversificación de los servicios, desde entregas de comidas hasta productos de supermercado o medicinas. Esto no solo refuerza su identidad dinámica, sino también su capacidad de adaptación ante emergentes tendencias del mercado o cambios regulativos, con foco en la experiencia del cliente.
Por otro lado, si miro tras bastidores, el trato con los Glovers está diseñado con flexibilidad en mente. Claro, no es una relación libre de polémicas, pero el sistema de asignación de tareas busca optimizar tanto las rutas como los tiempos de espera de estos mensajeros urbanos modernos. Finalmente, Glovo me refleja una actitud casi camaleónica, sabiendo adaptarse con rapidez y eficacia no solo a la evolución del mercado, sino también a los retoques culturales y necesidades propias de cada ciudad, desde Barcelona hasta Buenos Aires. Aquí la clave es que siempre están listos para ponerse manos a la obra, sosteniendo un servicio de entrega consistente.
Identidad de propósito
Cuando pienso en Glovo delivery y su propósito, lo primero que me viene a la mente es su deseo de hacer que todo en la ciudad sea accesible al instante. Con esta ambiciosa misión, la marca busca transformar la vida urbana, proporcionándome la libertad de obtener lo que deseo, cuando lo deseo y donde lo deseo, todo con un solo clic. Es como tener el poder de la magia en mi smartphone, donde la gratificación instantánea es la clave.
Pero el propósito de Glovo va más allá de simplemente realizar transacciones comerciales. Para mí, la esencia de la marca es ser un verdadero facilitador de la vida moderna. Pienso en esos momentos en los que el tiempo apremia y el deseo o la necesidad surge de la nada. Ahí es donde Glovo entra en acción, empoderándome para que pueda ahorrar tiempo y simplificar mi vida diaria. Esta promesa depende de un servicio de entrega eficaz y de una experiencia del cliente sin fricciones.
Glovo también establece su propósito como un aliado para los negocios locales. La digitalización y expansión internacional de su alcance de clientes es una apuesta segura para impulsar el comercio local. En pocas palabras, Glovo no solo quiere ser un puente entre zanjón y apetito, sino también un soporte para las empresas locales que completan mi experiencia urbana. Así, en el núcleo más profundo de Glovo está el deseo de cerrar la brecha entre el deseo y la satisfacción inmediata, logrando ciudades cada vez más conectadas y convenientes. Todo esto, bajo una imagen de marca moderna que me atrae por su coherencia y capacidad de adaptación. En resumen, Glovo no solo me entrega productos; me entrega facilidades, tiempos y, sobre todo, experiencias transformadoras en mi día a día, trabajadas con marketing digital y orientadas a la fidelización de clientes.
Evolución y adaptación de imagen gráfica
La evolución de la imagen de Glovo ha sido clave para su éxito y popularidad a nivel mundial, eso lo tengo muy claro. Desde su creación en 2015, ha experimentado cambios estratégicos que la han consolidado como una marca moderna y relevante.
Inicialmente, su logo presentaba un estilo más redondeado y literal, con un personaje repartidor incorporado, que representaba de manera directa y quizás un tanto básica su función principal. Sin embargo, conforme Glovo creció y sus ambiciones internacionales se materializaron, fue evidente la necesidad de una imagen más estilizada y adaptable.
El rediseño del logo tuvo como enfoque la simplificación y modernización visual, sustituyendo al personaje original por un isotipo más abstracto, que sutilmente me sugiere la silueta de un repartidor. Esta «G» estilizada no solo mantiene la esencia de la marca, sino que también mejora mi reconocimiento, especialmente en entornos digitales donde la claridad y el impacto visual son cruciales.
El color amarillo, un elemento central en su imagen, ha perdurado en el tiempo. No solo es vibrante y energético, sino que también me garantiza una visibilidad inigualable en cualquier contexto, ya sea en la calle con las mochilas de los Glovers o en la interfaz de la aplicación. La tipografía ha evolucionado hacia un diseño más distintivo, que me transmite modernidad y dinamismo, acorde a su identidad de marca joven e innovadora.
La cultura visual de Glovo, además de ser coherente a nivel global, se adapta a la perfección a la era digital. Esta adaptabilidad le ha permitido mantenerse relevante y destacarse en un mercado competitivo. En resumen, cada paso en la evolución de Glovo ha estado orientado no solo a embellecer su imagen, sino a fortalecer su presencia y conexión con un público que valora la eficiencia, la tecnología y una estética depurada, lo que incide positivamente en la fidelización de clientes y la experiencia del cliente.
Preguntas frecuentes (FAQs)
Delivery Hero S.L. es el principal accionista de Glovo App, S.L., la empresa detrás de la plataforma en España. Posee una participación mayoritaria.
Detrás de Glovo están sus fundadores, Oscar Pierre y Sacha Michaud, junto con el grupo alemán Delivery Hero, su accionista mayoritario a través de Glovo App, S.L.
El nombre Glovo deriva de «globe», buscando evocar un servicio global y accesible en todo el mundo. también refleja la idea de «guante» (glove en inglés) por su practicidad.
Se estima que la valoración de Glovo delivery supera los 2.300 millones de euros, considerada un «unicornio». esta cifra puede variar según las rondas de financiación y los análisis de mercado.
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